lunes, 4 de julio de 2016

SOBRE CASI NADA



La casa respiraba aliviada con baile de visillos. Había que aprovechar e hicimos corriente. Treinta litros en media hora. Malo. Y con piedra en seco. Peor. Sara quería bajar a echar un ojo a las niñas. Yo la retenía. Apoyó la cabeza en mi brazo. Se le iban cerrando los ojos. Todavía dijo:
–Me recuerda una de esas tardes tontas del camping.
–Y qué buenas son.
Volvió a cerrar los ojos. Sonó un trueno postrero y me apretó el brazo sin despertarse. Llovía mansamente, como quien se resiste a marcharse, ya de estar… Con la tormenta, hasta los más recalcitrantes darían por terminadas las fiestas, para mí más descafeinadas que nunca. Ni siquiera cayó esta vez el jamón del mus, pero fue un placer no tener que urdir excusas para librar la velada de la noche. El gallo en casa canta a las siete, sin perdón.
Hablo como si fuera a ocurrir algo: la casa respiraba, Sara quería bajar, yo la retenía. Y la maravilla es que no ocurría nada. Qué lujo, el aburrimiento. Ya decía Pla que era la máxima felicidad a que podemos aspirar, porque la otra, la que podríamos llamar felicidad activa, no puede ser más que inconsciente. Tomé de la mesita el último libro de poemas de Vicente Gallego. Bien, pero. Quizá de haber hecho un solo libro con los mejores poemas de éste y el anterior Ser el canto, el resultado habría sido mejor. Claro que tal vez habrían quedado fuera algunos de los que a mí me gustan, así que mejor así. Recuerdo que entonces se le achacó al autor cierta precipitación, mezclar el oro y la ganga, etc. Es, bien mirado, un halago. Esos mismos poemas, esos libros, firmados por un autor novel, habrían sido tenidos en más. Claro que no sé si habrían ganado el premio X y el premio Y. Son los riesgos del estado de gracia de un autor a quien no parece preocupar ya escribir poemas, ni darles una factura impecable, porque ha encontrado, en lo más a mano, la poesía; de un autor que como por juego decide en un momento dado dar a su poesía forma de prosa, en otro de poema breve, o en el caso de este Saber de grillos de Cantos cercanos a la oda.
Pero todo esto da igual, de lo que se trata es, volviendo a Pla, de que podamos todos otra vez aburrirnos como nos merecemos, de saber quién cederá a quién, si nuestro derecho al tedio cederá a la pretensión de los demás a divertirse y a divertirnos, o si sucederá lo contrario. Como el calor atonta, la lluvia piensa.

 

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